Jam de contacto, aprendiendo el vocabulario del cuerpo

Por Alvaro Benavides


No sabíamos de esto, pero con un amigo nos animamos a acudir, y pudimos ser parte de las profundas significancias de una jam de contacto, o una sesión de danza contacto.


Las jams de contacto son una práctica que tiene ya varias décadas, al parecer originadas en el estudio de la danza contemporánea. Son una investigación informal e intuitiva en torno a los límites y las fronteras que nos impone la piel, y cómo romperlos. Cómo ir más allá de la piel, cómo existir en otros por un tiempo limitado. Pueden ser tanto en espacios cerrados como en bosques, desiertos, playas, o donde los participantes decidan.



Cuando entramos a esa casona en Marín, cerca del parque Bustamante, vimos a mucha gente estirándose, sentados o relajándose sobre toda la extensión de una especie de gimnasio de danza. Pero de a poco empezaron a reptar, a desplazarse sobre el espacio como imantados por un sentimiento común. Como entidades que hubiesen confiado sus voluntades a un elemento místico, presente en ese lugar por unos instantes fugaces, unas horas efímeras.

Lentos pero seguros, fueron entremezclándose los cuerpos hasta volverse borrosos. Atrayéndose y replegándose unos con otros como una enredadera hecha de imanes. No era fácil captar los precisos pero hipnóticos movimientos de los participantes.


Decidimos sumarnos a esa suerte de rito pagano y sagrado que sus devotos seguidores parecen disfrutar como a una droga de los sentidos, unas vacaciones momentáneas a la lucidez del día a día.



No fue rápido, debe haber pasado fácilmente una hora antes de que para mí hubiera contacto en esta danza contacto.


Después de todo ese tiempo, los pies de una asistente rozaron los míos, sentimos la conexión, y muy lentamente quisimos sostener ese contacto. Nuestros pies comenzaron la danza, y luego el resto de nuestros cuerpos siguieron.


Nuestra danza debe haber durado unos 40 minutos, y terminamos acostados el uno sobre el otro durante fácil otros 30 minutos, cansados como si hubiéramos tenido una conversación profunda y fructífera de toda la noche.



Luego me paré, ella me miró, juntó sus manos en señal de respeto y dijo "gracias". Yo dije "gracias a ti" y volví a mi croquera, a dibujar el nuevo ritmo que todo iba tomando. No la conocía, pero después de eso me pareció que sí. Que la conocía de un modo que nunca podría haberla conocido con palabras. Que habíamos logrado entablar una comunicación distendida sólo a través del intuitivo vocabulario del cuerpo.

Todos parecían ahora estar moviéndose a un paso más tranquilo, como si el clímax hubiera pasado.
Había música improvisada sonando de mano de algunos de los asistentes, y también ésta tomaba un ritmo más suave.

Muchas horas habían pasado. La gente parecía ahora estar calmadamente despertando de un sueño lúcido. Lo mismo hice yo.

Mi amigo y yo nos despedimos de todos con sincera gratitud por tan curiosa experiencia, seguros de que no sería la última vez.















Comentarios